La prueba de nuestro progreso no es que aquellos que tienen mucho, tengan más, sino que aquellos que tienen demasiado poco tengan más. Franklin Roosevelt
Desde que MAR SOLIDARIDAD comenzó a trabajar en los países empobrecidos, fue consciente que era la situación política y económica de esos países, la causa de su pobreza estructural, dado que los países de África por ejemplo, y en general los mal llamados países del tercer mundo, eran y son muy ricos en materias primas naturales y su población en crecimiento es sana y fuerte.
Enseguida comprobamos que la neocolonización era una evidencia. Los países occidentales que habían colonizado en su día y que teóricamente habían dado la independencia, no habían quitado su mano de encima ni renunciado a sus intereses económicos en la zona. Antes bien se valieron de la corrupción cuando no del chantaje y la violencia hacia sus dirigentes, conformando países «aliados» que enriquecían a élites en el poder de ambas partes, a monopolios multinacionales y sobre todo a los países ricos.
A pesar de los miles de millones de euros que se han donado a países en desarrollo durante los últimos 50 años una cuarta parte de la población mundial vive en lo que las Naciones Unidas califican como pobreza extrema. En muchas partes del mundo la situación está incluso empeorando. Según las tasas de crecimiento actuales «muchos países africanos tardarán todavía 40 años en recuperar la renta que tuvieron en los años 70». Pero ¿por qué no sirve de nada o de tan poco los casi 100.000 millones de euros que el mundo desarrollado invierte en ayuda oficial, año tras año?
La clave la encontramos en que estas sumas son del todo insuficientes para paliar los enormes desequilibrios económicos entre los diferentes países donde las materias primas exportadas desde los países en desarrollo han perdido más de el 50% de su valor comercial en los últimos 15 años. (Valor comercial que injustamente imponen los países enriquecidos!).
En segundo lugar por cada dólar o euro de esta ayuda internacional de los bancos prestatarios de los países ricos se quedan con otros tres dólares o euros según el caso, en pago por los intereses de la deuda externa del tercer mundo. «Por lo que actualmente los países pobres acaban pagando a los ricos más de lo que reciben».
Hay que tener en cuenta además que deuda fue contraída, y robada en gran parte, por sus dirigentes corruptos, y que nunca llegó al pueblo destinatario de la misma, que hoy paga esa deuda a todas luces ilegal.
En muchas ocasiones la misma ayuda del país donante pasa directamente al Banco Mundial o al Fondo Monetario Internacional «en pagos por endeudamiento» dejando así a los países empobrecidos sin medio alguno para construir sus propias economías o para invertir en gasto social para su población.
Es clave reseñar que, aunque llegue una parte mayor o menor, (lo que es el rizo de esta injusticia sin adjetivos), la formulación de la ayuda a la cooperación es en si misma perversa, dado que en muchos países de África, gran parte de las arcas públicas están financiadas por esa ayuda exterior. Así, los gobiernos viven de eso y no se esfuerzan por recaudar impuestos. La responsabilidad con los ciudadanos se anula. Eso jamás dará lugar a un crecimiento económico o a la reducción de la pobreza a largo plazo.
Esto cuestiona las ayudas que los países ricos hacen, en muchos casos mediante ONGs, a los países empobrecidos y la responsabilidad de estas a la hora de determinar, al menos, proyectos que promuevan la independencia y autonomía de los pueblos.
En el mundo empobrecido, así como en el mundo que empobrece, la necesidad de una salida honrosa a esta brutal injusticia que genera tantísimo sufrimiento y a este sinsentido es clave para el progreso del ser humano y ha de convertirse en una prioridad, en un mundo globalizado.
Debemos cambiar nuestra forma de vivir, el ser humano ha de estar en el centro de la economía, y además han de estar todos los seres humanos sin excepción; no una minoría privilegiada. Todo hombre y toda mujer somos parte del mismo planeta y hemos de tratarlo como una herencia frágil e irreemplazable, porque los recursos ciertamente son limitados y no pueden tratarse como si fueran ilimitados.
Hay una imperiosa necesidad de cambiar esta economía de guerra por una economía para el ser humano.
Una economía como la actual que promueve la avaricia y avidez por tener cada vez más, sin tener en cuenta a nada ni a nadie, ha de finalizar y trocarse por una economía humanista, profundamente solidaria, basada en una cultura de paz.
Hemos de defender el derecho de toda persona a vivir dignamente Y eso sólo es posible si se produce un cambio de mentalidad en el que el SER sea más importante que el TENER.
Y hemos de comprometernos con ello.
Somos la primera generación que posee tecnología suficiente para acabar con el hambre en el mundo Y también con los medios para despertar, promover y cuidar el planeta y cambiar un paradigma de guerra y sumisión por un paradigma de SOLIDARIDAD, Libertad, Justicia y Paz.
Deseamos vivir la cooperación internacional como seres humanos. Seres humanos que se humanizan recíprocamente mediante el intercambio de valores, la solidaridad, la renovación de la comprensión, la vivencia y el sentido para nuestras vidas.
Desde nuestra asociación nos preguntamos: ¿Cuál es la manera de alimentar y generar una acción conjunta para cambiar todo esto?
Y la respuesta no es otra que humanizar: Vivir y promover relaciones humanas desde la apertura, la comprensión profunda del otro y de sí mismo, desde el compromiso…
Vivir la solidaridad, desde la igualdad, la tolerancia y comprensión profunda de lo diferente, de las diferencias culturales y grados de desarrollo humano de cada pueblo, desde un profundo respeto, desde la reciprocidad… y la compasión.
Aún más, desde el aprendizaje y el gusto por lo diferente, que tantas veces nos enriquece, nos interpela… y siempre nos hace crecer.
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